"comprehendere scire est"

Divisor

Consejo Nacional para el Entendimiento Público de la Ciencia.

¿Que porqué me fui?


Luis Diaz-Santana + Cambridge, Inglaterra

Y yo que creí que escribir la tesis había sido difícil. Hoy en la tarde recibí un mensaje electrónico de Miguel Ángel Méndez recordándome que escriba una editorial contestando una pregunta que no me he atrevido, ya no a contestarme, sino a preguntarme en 7 años, y la verdad es que no se si ya estoy listo para recibir esa respuesta. Irme de México a hacer un posgrado, no fue una decisión difícil, simplemente no hubo nada que decidir.
Me fui porque había que irse.
Me fui porque tenía que conocer el mundo, porque quería dejar las cuatro paredes de mi cuarto cholulteca. Me fui porque no podía conformarme con seguir ignorante de otra gente y porque hay mas culturas que la nuestra. Me fui por culpa de esas ansias de saber y de vivir. Me fui porque quería comerme al mundo de una gran mordida e indigestarme con el universo. Me fui porque quería explorar otro universo, pero sobre todo porque quería entender el mío. Me fui porque se pudo, y me fui porque había que irse.

En mi precipitación por digerir el mundo me encontré conmigo mismo. Y esa fue la parte más difícil de la aventura. Al llegar a Londres me topé con una cultura muy diferente a esa en la que había crecido. Lo mas fascinante de sumergirme en esta cultura fue descubrir mis prejuicios, cuestionarlos, reconstruirlos y en algunos casos minimizarlos (¡tristemente, imposible erradicarlos!). Descubrirlos nunca fue difícil, brotaban solos como burbujas en botella de Peñafiel. El sumergirme en otra cultura me permitió visualizar contrastes con la mía que de otro modo jamás hubiera descubierto. El camino arduo fue entender el origen de mis quimeras y aprender a vivir con ellas en un lugar donde resaltaban como alebrijes oaxaqueños.

Desde un punto de vista mas pragmático, dejar México fue un salto en el vacío. Me fui a Londres porque alguien me dijo que hablaba suficiente inglés. Claro que esta razón hubiera sido suficiente para terminar en cualquier otro lugar del mundo, desde Alaska hasta Camberra. No se exactamente como elegí Londres. Pero si se que volé con AirFrance vía Paris y que no hablaba suficiente inglés. La llegada a París fue casi el final de mi viaje cuando las autoridades aduanales revisaron todos y cada uno de los objetos de mi equipaje y vaciaron hasta la última gota de mi botella de shampoo gracias a las diligencias de mi hermano que volaba a Suiza por razones completamente ajenas a esta historia. Felizmente me dejaron libre y casi de puro milagro no perdí mi conexión.

La llegada a Londres fue mucho más feliz y viviré eternamente agradecido de Víctor Ruiz Cortés que me esperaba en el aeropuerto. Víctor, mexicano, y entonces igual que yo becario de CONACYT y con amplia experiencia sobreviviendo en Londres me introdujo a mi nueva vida de estudiante. Me ofreció alojamiento en el legendario “Mexican Gehto” en 5 Rainville Road en Hammersmith hasta que obtuve alojamiento en las residencias de la universidad, me presento con “la banda”, con mis nuevos colegas en la universidad y con mi asesor de tesis. Hasta el día en que dejó Londres (literalmente) Victor fue siempre un gran apoyo.
Las memorias de estos años dan para varios volúmenes completos y es simplemente imposible condensar lo que he vivido en este tiempo en un par de cuartillas. Salir de México a estudiar en el extranjero me abrió las puertas a otro universo, y a un millón de oprtunidades intelectuales, sociales y personales.

La mayor parte de mis momentos especiales están de un modo u otro relacionados con un viaje, casi siempre por razones académicas, como visitas a otros grupos de investigación o participación en congresos. Entre las mas memorables destacan el ballet en el Teatro Bolshoi, en Moscú. Es la única vez en que he asistido al ballet y desde entonces no he tenido el coraje de ir de nuevo por miedo a que se rompa el encanto. Fue un espectáculo único y su memoria, aún ahora, casi siete años después, me hace vibrar por dentro. El Kremlin y la Plaza Roja los llevo igualmente en mis recuerdos. Estuve en Paris durante la copa del mundo, aunque tengo testigos que podrán desmentirme si digo que participé activamente en las celebraciones futbolísticas. Mi estancia en Paris en esa ocasión fue meramente de placer, y siendo que el fútbol no es precisamente mi afición favorita, me dedique a recrearme en otros de los placeres parisinos. Algo que estoy seguro poca gente en el mundo ha hecho es caminar frente al Royal Albert Hall en Londres cargando un tanque de buzo, aletas y visor, y eso es algo que yo hice varias veces. En España disfruté del verano mediterráneo cerca de Alicante y tuve la oportunidad de convivir de manera muy cercana con una familia murciana. Participé con ellos de las celebraciones de la Pascua en una fiesta en las calles de Murcia que jamás olvidaré.

En Grecia he estado en todas partes, desde Creta donde alguien perdió un Minotauro hasta Tesalonika en la parte nororiental de la Grecia continental, donde un tal Alejandro empezó un imperio. Ahí he tenido la gran oportunidad de aprender algo del lenguaje y las costumbres de la gente. He estado en Knosos buscando el minotauro, he presenciado los atardeceres mas bellos del mundo en la isla de Santorini, visité la isla de Milos, descubrí el placer de nadar en un mar sin olas, y por supuesto, me case en Grecia con la mujer de mi vida… Delia nació en Londres.

Queda poco espacio para hablar de mis estudios, de si fue difícil, o si valió la pena, o si la universidad fue buena, o si obtuve resultados importantes, o si, si, si… con todo lo que viví en estos años, es imposible separar estudios y vida personal. Ambos se volvieron una sola y única amalgama, profesionalmente tan rica y colorida como los incontables momentos mágicos que en siete sumamente cortos años he vivido.


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