COMPRENDAMOS

Las buenas noticias...

¿No les parece que la divulgación y el periodismo de la ciencia es el quehacer MÁS HERMOSO QUE HAY EN EL MUNDO?

Nos gusta porque resulta interesante entender cómo funcionan los aparatos, qué principios gobiernan el cocimiento de nuestros moles, cómo es que nosotros no captamos ultravioletas ni infrarrojos más que en la piel y, en cambio, hay mamíferos que sí los captan con sus ojos y los rechazan con su pelambre...

Nos resulta fascinante usar distintos medios para enamorar a nuestros públicos: periódicos, revistas, talleres, planetarios, observatorios. Y las buenas noticias son: ¡Podemos crecer como divulgadores el resto de nuestras vidas! Hay carreras que tienen escasos márgenes de creatividad pues se aplican en tareas que se hacen de la misma manera ayer o bien hoy. Quizá en puestos de mando es posible diseñar estrategias con ellas y, hasta entonces, resultan fascinantes.

Sin embargo, en la nuestra podemos crear cuando presentamos un taller, cuando damos una clase, cuando hacemos investigación para generar un artículo... Todo divulgador saca fotos, busca exhibiciones, recrea talleres, escribe artículos, interactúa con los niños, investiga materias, RECREA el contenido del trabajo que ya hicieron los científicos... ¡No sólo traduce!

Las buenas noticias son que tenemos mucho trabajo en terreno descampado. La divulgación hoy es versátil. Lo único que nos tenemos que enfrentar los divulgadores es –como le ocurre al resto de la humanidad- ¡nuestros propios miedos demonios internos, a los que es posible mencionar con dos palabritas: miedo y egocentrismo!

Necesitamos buscar a las personas y escuchar qué quieren saber. Como ejercicio, podríamos cada uno de nosotros preguntar a nuestros allegados qué les interesaría conocer de ciencia y de tecnología. Les preguntaremos no sólo a nuestros compañeros de clase, sino a aquellos que nos resultan remotos por cursar carreras no afines. También, a los viejitos que tengamos cerca, a los niños con los que tratamos, a quienes van al súper, a la señora de las gorditas del mercado. Todo mundo tiene la curiosidad agazapada, escondida... ¡pero presente! Si preguntamos y escuchamos nos daremos una idea de lo que la gente siempre quiso preguntar... pero no se atrevió...

Y a partir de ahí podemos generar materiales no sólo de nuestras especialidades de divulgación, sino de otras materias: datos fundamentales, temas puntuales, pocas ideas y bien expuestas. Vayámonos por el diseño, los gráficos, los dibujos, las caricaturas, los infos. Hagamos exhibiciones y talleres. Llevemos a la divulgación hasta los confines más remotos de nuestras comunidades.

El límite será la falta de fondos porque enseguida preguntamos quién pagará esos esfuerzos. Pues bien... tenemos también que aprender a generar nuestros propios fondos. Siempre existe un industrial al que le conviene anunciarse, uno que –para aligerar sus impuestos- tenga la disposición de lanzar temas que les convengan, nos agraden y puedan gustar a nuestros públicos, si elaboramos un plan de acción que resulte razonable a dichos donantes.

Las empresas necesitan dar a conocer productos, los industriales necesitan que la sociedad los reconozca como los sembradores de futuro que ellos son... ¡Y necesitan a la divulgación para lograrlo! Ahí estamos nosotros, dispuestos con un programa de divulgación para las escuelas, para las ferias, para cada uno de los recintos en los que tradicionalmente se hace divulgación.

Si leemos los talleres que presentan distintas sociedades mexicanas e internacionales de variadas especialidades, nos alimentaremos de magníficas ideas. Si consultamos páginas de los talleres que hacen las EMPRESAS QUE YA VIVEN DE LA DIVULGACIÓN podremos ampliar nuestros horizontes, si consultamos páginas electrónicas de museos nacionales y extranjeros, avivaremos nuestra creatividad.

La divulgación está de moda en el mundo entero. Somos y estamos en una era de inteligencias múltiples, de trabajo en equipo, de hallar soluciones simples a problemas complejos. Ya no estamos ni vivimos en el modernismo, el de los ideales puros y los esfuerzos de caballeros andantes, de lobos solitarios en parajes desiertos. Esos fueron los días de los pioneros de la divulgación.

Vivimos en el postmodernismo, que exige conocimientos variados, prácticas continuas, trabajo en equipo para satisfacer curiosidad e intereses de sociedades civiles. Necesitamos generar aprendizajes corporales y no sólo intelectuales.

Podemos presentar a la ciencia y a la tecnología –de hecho- con múltiples facetas y de maneras muy divertidas. Nos podemos ayudar de niños para lograr nuestro fin. Si les enseñamos, por ejemplo, en la Semana Nacional de la Ciencia, pueden ellos mismos realizar las demostraciones después. Si hacemos observaciones con telescopios, podemos hacer que la gente haga papirolas de planetas mientras espera su turno; podemos hacer que los niños acompañantes dibujen planetas, estrellas, meteoritos, soles y galaxias.

Y necesitamos generar equipos de trabajo: un articulista o un museólogo tendrá a sus diseñadores de cabecera. Un diseñador, se apoyará en investigadores. Un arquitecto platicará –propiamente “rebotará”- con ambos. Y entre todos realizaremos proyectos, los venderemos y tendremos trabajo siempre. El asunto, es no permitir que el desánimo y la falta de horizontes nos hagan erróneamente considerar que no existe nada nuevo bajo el sol... porque simplemente ¡no es verdad!

Las noticias realistas...

En este número de Aleph Zero quiero hacer un énfasis en todo aquello que podemos desarrollar como divulgadores de la ciencia. Tenemos museos, observatorios, planetarios, revistas impresas y electrónicas, así como carteles y páginas de diarios disponibles para nosotros. La infraestructura ya está, ahí, puesta, lista para que la usemos para ser creativos en nuestro trabajo porque necesitamos desarrollar la cultura científica en nuestro país ¡YA!

El asunto no es trivial. No se trata sólo de que nos divierta hacer demostraciones, experimentos, artículos... Aquí se trata de estar con el ojo y el oído avizor para saber qué le gusta y qué necesita saber la gente acerca del mundo del que nos hemos poco a poco apropiado, el de la ciencia y la tecnología. Nos rodea y comprendemos –como pueblo- más bien poco. Y si no comprendemos ¿cómo vamos a poder desarrollar nuestro primer auto? ¿Cómo podremos opinar si la biotecnología y los productos genéticamente modificados nos benefician o no? ¿Qué vamos a vender al resto de los mexicanos y al mundo entero? ¿Cómo desarrollaremos industria, fuentes de trabajo, en una palabra, futuro?

Los pioneros de la divulgación propusieron y sembraron los espacios que ya conocemos y en los que trabajamos. ¿Acaso dispondremos de ellos sólo para alimentar nuestro gusto de ser leídos y vistos? ¿Podremos ser partícipes de la generación de la tan traída y llevada “cultura científica”? ¿Con qué grano de arena nos corresponde aumentar la montaña que ya existe?

Ya pasaron los tiempos aquellos en los que el científico y el divulgador decidían qué “le conviene” saber al público. Esos tiempos acabaron hace por lo menos una década. Aquellos divulgadores se ocuparon de crear infraestructura y, en sus tiempos libres, hacían divulgación, enseñaban a los jóvenes y empujaban los proyectos de los que hoy disfrutamos. ¿Y nosotros qué es lo que vamos a hacer? ¿Seguir acaso en la barrera, diciéndole al torero cómo se torea?

Hoy, los tiempos lucen para escuchar y generar los mensajes que la gente desea conocer: por qué los medicamentos presentan efectos colaterales, por qué la gripe aviar resulta una amenaza, qué es un cerco sanitario, cómo es posible que en un mini teléfono funcione a las mil maravillas, qué es eso de los microchips y de los circuitos, cuántas clases de plásticos existen y por qué se reciclan: cómo demonios son tan distintos entre sí, por qué unos plásticos soportan una temperatura tan elevada como la que existe dentro del motor de un auto en marcha, mientras que otros se ablandan sólo por estar bajo el sol.

Quizá el público necesita saber cuánta ciencia existe en sus tenis, cuánta tecnología se ha inventado para el espacio y luego se aplicó en la tierra, por qué carambas es importante saber ciencia y tecnología... si son tan lejanas, tan ajenas, que terminan en las manos de los mismos de siempre, a saber, de científicos, tecnólogos, industriales... y divulgadores...

Tenemos que salir de nuestros nichos tradicionales para acudir ahí donde está el público y necesitamos aprender a generar los fondos para lograrlo. Y nos enriqueceremos enormemente pues sabremos generar nuestro propio sustento, sabremos escuchar mejor y presentar contenidos que no sólo a nosotros nos importan.

Estamos en la época, el momento y el lugar adecuados: es la época del aprendizaje de inmersión en la experiencia; es el momento en el que podemos vincular a la ciencia con la tecnología, la industria y el público; ya tenemos sitios que la gente visita tradicionalmente. ¡Aprovechemos!