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Consejo Nacional para el Entendimiento Público de la Ciencia.

La búsqueda del elixir de la vida medicamentos: de naturales a artificiales


Patricia Linn +

Las sustancias químicas producidos por la industria farmacéutica son los resultados del avance de la ciencia y la tecnología que más han colaborado con el aumento en la expectativa de vida de los seres humanos. Muchas investigaciones se justifican en base a la posible obtención de medicamentos, como ser la investigación sobre la química de los insectos, el conocimiento del genoma de una planta, el estudio y conservación de la biodiversidad, incluso los viajes espaciales. Aún así, y en forma paralela a un abundante uso de los fármacos de laboratorio, hay una tendencia a rechazarlos prefiriendo lo natural considerado casi como sinónimo de bueno.
    
Los medicamentos son considerados sustancias artificiales por su condición de preparados en laboratorio, aunque muchas de dichas sustancias se encontraron en primer lugar en plantas o animales, es decir son extractos (o copias) de sustancias naturales. El trabajo de laboratorio en esos casos consiste en la extracción, purificación e incluso en la eliminación de grupos funcionales para disminuir los efectos secundarios sobre el organismo, es decir mejorar su efecto en relación a la sustancia “natural”.
También existen muchísimas sustancias completamente novedosas, creadas en el laboratorio, sobre las que se ha investigado su acción terapéutica y que han resultado en excelentes remedios. La investigación de estas sustancias en animales y luego con mayor o menor seguridad en el hombre, provoca temores y conflictos éticos, por los posibles efectos tóxicos. Experimentaciones menos justificadas, y sin pasar por la prueba en animales, se han venido realizando en el ser humano desde el principio de la civilización, con resultados variados pero mayormente negativos. Parece ser que el hombre siempre ha creído que la ingestión de alguna sustancia podría ser el remedio a todos los males, de allí la búsqueda del elixir de la vida, o de la eterna juventud. El deseo de encontrar dicha sustancia, ha sido siempre más fuerte que el temor al posible efecto dañino, accediendo por tanto a constantes experimentaciones.
HISTORIA. En las primeras etapas del desarrollo de la Humanidad tanto la aparición como la curación de las enfermedades se concebían en un ambiente puramente mítico o mágico, se adjudicaba la causa del mal a castigos o mensajes de los dioses, posesiones demoníacas, hechizos, etc., y las curaciones al poder de los dioses, o del curandero, o al alejamiento del demonio. En ese medio se cree que era difícil para el ser humano establecer una relación de causa a efecto entre la ingestión de un determinado producto natural y la aparición o desaparición de una determinada dolencia.
Aún así dicha relación se fue estableciendo, seguramente no con respecto a las sustancias utilizadas para calmar a los dioses (los “remedios”) sino a la ingesta de alimentos. La aparición de diarreas, de convulsiones, de sueño o sudoración profusa, por ejemplo, son fenómenos que se dan regularmente tras la ingestión de numerosos frutos, tallos, cortezas o carnes en diferentes estados de descomposición. La observación repetida de estas modificaciones en las funciones orgánicas permitió establecer una relación causa-efecto.
Este cúmulo de conocimientos obtenidos empíricamente llegó a constituir un cuerpo de doctrina recogido en muchas culturas antiguas en diferentes escritos. Los primitivos textos médicos egipcios (papiros de 4000 años de antigüedad) constan en gran medida de listas de recetas de drogas para el médico práctico, cuya función era expulsar del paciente los espíritus malignos (prevalecía la teoría demoníaca de la enfermedad). La más antigua obra medica hindú es un manuscrito que data aproximadamente del siglo cuatro a.C. y que consta de una larga lista de drogas y los conocimientos acerca de su uso. También están en los diversos herbarios medicinales clásicos de Hipócrates, o de Galeno.
Durante la Edad Media proliferó la llamada terapéutica galénica, fundamentada más en la superstición, las creencias religiosas o las doctrinas filosóficas que en la observación de fenómenos naturales. Típicos de esta época son numerosos antidotarios y recetarios en los que se describen, de manera prolija, complicada y a veces contradictoria, una enorme cantidad de “remedios” casi siempre de nula utilidad y algunas veces peligrosas, compuestos por ingredientes muy heterogéneos de origen animal, vegetal y/o mineral. El máximo exponente de esta polifarmacia medieval lo constituye la Triaca, un preparado que se consumía con vino, o con agua, en diferentes concentraciones según la dolencia, y cuya composición la integraban más de cincuenta ingredientes, incluyendo opio. Hoy se cree que los efectos benéficos de dicho preparado en algunos pacientes seguramente se debieran al efecto placebo.
ESBOZO DE CIENCIA. La variedad de métodos de preparación de las sustancias pretendidamente activas y la diversidad de origen de estas impedía que se consiguieran efectos más o menos parecidos sobre el organismo. Ello condujo a la aparición de las Farmacopeas (la de Londres en 1618, la de París en 1639), es decir recopilaciones de medicamentos en las que se establecen normas para su preparación. Con el tiempo las farmacopeas adquirieron carácter oficial y normativo para las incipientes profesiones sanitarias.
Con la llegada del renacimiento se entra en una nueva etapa de la prehistoria de la terapéutica medicamentosa. Empiezan a darse las premisas esenciales para que el entonces llamado “arte de curar” comience a tomar un aspecto científico. Se realizan algunos estudios sistemáticos sobre los efectos ejercidos por determinadas plantas. Por ejemplo, un joven aprendiz de Farmacia puso de manifiesto en 1776 que la Atropa belladona producía sistemáticamente, tanto en el hombre como en el gato, una dilatación pupilar (midriasis) y además, insólitamente para la época, descubrió que la magnitud del efecto observado era directamente proporcional a la cantidad del producto administrado. Otro caso es la descripción de los efectos diuréticos de la digitalis purpúrea (digital), planta que todavía hoy se utiliza en la preparación de importantes medicamentos activos sobre el corazón.

Almismo tiempo el arsenal terapéutico se vió enriquecido por los aportes que fueron realizando los colonizadores de América. Así se incorporaron productos como la quina (corteza del quino) que contiene sustancias antifebriles y antisépticas, fármaco muy utilizado para tratar la malaria. Otros aportes americanos fueron la coca, un arbusto del cual se extrae la cocaína (un alcaloide utilizado como anestésico), el guayacol, un diurético obtenido del guayaco (árbol muy utilizado en ebanistería) y la ipepacacuna una planta cuya raíz se usa como vomitivo, algunos de los cuales se siguen utilizando en la actualidad.
Finalmente el nacimiento y desarrollo de la Fisiología durante el siglo pasado cierra la etapa precientífica de la terapéutica medicamentosa. La fisiología es el estudio de los procesos físico-químicos que ocurren en el organismo. El principal promotor de la importancia de estos estudios para la medicina fue Claude Bernard (1813-1878), un excelente científico y pensador francés (cuyos trabajos continúan siendo una lectura obligada para médicos, investigadores, y filósofos). Algunas de sus principales contribuciones, además del desarrollo de la medicina experimental, fueron el descubrimiento de la función pancreática en la digestión, la función del glicógeno del hígado, el efecto del curare y otros venenos sobre la trasmisión neuromuscular.

El desarrollo de la química también colaboró puesto que no solo era preciso conocer el organismo humano desde el punto de vista de su funcionamiento para comprender la acción de los fármacos, sino que se necesitaba también saber cuál era la composición de los productos empleados como medicamentos. Así, gracias al desarrollo de la química analítica se produjo en poco tiempo el aislamiento y la identificación de los principios activos de numerosos productos de origen vegetal utilizados comúnmente en terapéutica, por ejemplo la morfina, alcaloide principal del opio, la quinina a partir de la corteza de la quina, la digitalina de la digital y muchas otras.
Un nuevo empuje en el desarrollo de la Farmacología se dio a comienzos de este siglo con el avance de la química orgánica. Se inicia en algunos laboratorios el estudio sistemático del posible efecto terapéutico de series enteras de nuevos compuestos obtenidos por síntesis. La figura principal de esta época es Paul Ehrlich considerado el padre de la quimioterapia (tratamiento de las infecciones mediante el empleo de sustancias químicas sintéticas y/o naturales). Los descubrimientos de Ehrlich permitieron la obtención de productos mucho más activos en el tratamiento de la sífilis y otras infecciones protozoarias. Son de esa época las sulfamidas, primer medicamento realmente útil para el tratamiento de infecciones producidas por bacterias. También la penicilina, descubierta por Alexander Fleming, un antibiótico natural producido por hongos.
De allí en más el desarrollo de la Industria Farmacéutica ha sido exponencial, con éxitos y fracasos. Uno de los primeros éxitos fue el desarrollo de los antibióticos que salvaron y salvan tantas vidas. A su vez uno de los principales fracasos del momento es la aparición de microorganismos que desarrollaron cepas virulentas con resistencia a dichos antibióticos. El logro de la poción mágica que solucione todos los problemas es todavía un sueño inalcanzado, e inalcanzable.

Escritora científica para el suplemento cultural de el diario "El País", "El País Cultural", en Montevideo Uruguay. El presente artículo fue publicado anteriormente en el diario "El País Cultural" de Uruguay


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